31 octubre 2015

Un día cualquiera

Estoy con los ojos entrecerrados y de pie mientras la brisa marina toca mi cara y brazos. Un viento forzudo me desordena el pelo y sacude mi ropa. Como una caricia el agua me moja los tobillos y la lluvia, en finas gotas,  resbala por mis hombros. Acá estoy. A la espera de algo o alguien, no sé bien qué estoy buscando. Es como un vacío que vine aquí a llenar.  Observo el agua mansa, el océano en todas partes, frente a mí y a mis pies, queriendo subir cada vez por mis piernas.

No negaré que tengo frío, ¡cómo no! si estoy temblando. La espera se me hace larga mirando el mar y a los pájaros que se asustan con mis pasos. Sé que tengo que seguir esperando ante esta inmensidad que es el mar: conexión entre tantos mundos. ¿Algo, alguien o un suceso? Allí dentro hay animales que desconozco, restos, desperdicios humanos, flotan allí esperanza y destrucción. No quiero decir que tengo miedo, pero ¿qué va a ser esto si no? No me he movido en un buen rato. Sigo imaginando cosas que flotan solitarias en el agua, pienso que allí se han sufrido guerras y los peces mueren por errores humanos. No quiero que el agua me vuelva a tocar.

Esta sensación de asco no me la puedo quitar,  miro a mi alrededor buscando a alguien más, que quizás comparta esta idea de suciedad, del hombre robando la pureza de un agua ancestral. No me siento sola, pero de pronto me invade el miedo y la angustia, como si algo estuviera pasando a mis espaldas y me acechara. ¿Por qué estoy acá? Me pregunto mientras el miedo desaparece. Me digo a mi misma que no tengo por qué temer y el agua meciéndose me dice que está todo bien. Tan calmada, tan azul-gris esta agua vagabunda que recorre los mil mares, infinita, donde podría perderme para siempre.

Me alejo, ella se va. La lluvia enojada me empapa el vestido. Siento que la espera podría terminar luego, apenas me apoye y empiece a dormir. Me pregunto si no es esto lo que estaba esperando, es decir, si lo que tanto busqué no era otra cosa que un descanso, un reencuentro sereno con el mar. Conversar nosotros en un sueño y que me cuente de sus miedos, confesarle que le temo. Me recuesto con movimientos lentos sobre la arena. Toco humedad, cierro los ojos. Ya no escucho pájaros, solamente el mar y yo. Solos el mar y yo. Me dejo arrastrar hacia un sueño profundo, un sueño azul que puede durar la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario