11 marzo 2012

Raros consejos de la abuela

Mi abuela solo reaparece en funerales, cuando ya nadie la extraña. Cosa anormal, entonces, que nos haya visitado hace una semana porque no ha muerto nadie conocido. Siempre confunde mi nombre, no tiene idea de mi edad. Mírame, ¡ya soy adulta!, no me gusta ese apodo. Hola, abuela, no te he extrañado pero que bueno que vives. Huele a ruda, esa hierba mágica.
Bronceada, pecosa y en tacos altos; el pelo sin brillo, no es como mi mamá. No nos parecemos en nada. La abuela es hembrista, y detesta a los hombres. Pero es machista también: esas contradicciones... Siempre que me ve opina que debo arreglarme más (para conseguir un buen hombre), que no debo limpiar ni baños ni trapos, que valgo más que eso. (De todos modos, nunca lo hago). Que hijos no. No tengas hijos, me dice. Quizás siga ese consejo... no hablamos tanto tampoco, se despidió temprano sin decir si volvería ni dónde estará viviendo este año.

Me desconcierta, mi abuela me mira asustada, a mí y solo a mí, no a mis hermanas. Siempre me abraza muy fuerte, me mira con tristeza (quizás), sé que debo recordarle a ese hombre que le hizo daño. Mi abuelo, el tal Peter. Llevo en mi una carga, ese peso de recordar malos momentos a algunas personas. Pero ya pasó, no veré a mi abuela en un buen tiempo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario