05 enero 2012

A la Señora F

La detestaba por decirme pepona, por pedirme favores en el recreo y por siempre equivocarse al corregir mis pruebas. Me tocaba el pelo, me lo alisaba con sus dedos; me tiraba la manga de la blusa para llamarme la atención y obligarme a escucharla.

Gesticulaba raro. Parecía enojada/feliz/furiosa/nerviosa/feliz a la vez que hablaba. Sus cejas arqueadas y negrísimas eran tan largas, formando dos alas de gaviota en pleno vuelo con todo el movimiento de su cara. Movía enfermizamente sus dedos. Su pelo era largo, oscuro, con rizos siempre mojados o babosos. Tres lunares brujos en su cara: en la nariz tenía dos, uno cerca de su boca al lado izquierdo. No soportaba fotos, según una leyenda sus lunares aumentaban de tamaño con el flash de la cámara.

Yo la recuerdo muy bien sin necesidad de una foto: morena, piernas largas, crespa y formal. Cuando vivimos juntas en su casa fue agradable ver que no era tan histérica como parecía. Cocinó y la ayudé a limpiar, hablamos y compartimos varios desayunos juntas hasta que me despedí para no verla más. 


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